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Ausencias presidenciales en la cumbre Iberoamericana de Cuenca

A horas de iniciar la Cumbre Iberoamericana en Cuenca, el escenario se ve marcado por una notable ausencia de líderes de la región: solo seis de los 22 jefes de Estado han confirmado su participación en un evento clave para la cooperación latinoamericana y el diálogo regional. Las ausencias de figuras de peso como el presidente de Argentina, Javier Milei, y el jefe de gobierno de España, Pedro Sánchez, destacan no solo por sus implicaciones diplomáticas, sino como un reflejo de la baja capacidad de convocatoria del gobierno de Daniel Noboa.

El gobierno ecuatoriano, que ha enfrentado críticas por un enfoque derechista que parece desconectado de las prioridades y desafíos de la región, cederá en esta cumbre la presidencia pro tempore a España. Sin embargo, el evento, que debió ser un momento de prestigio para Ecuador, se ha visto empañado por la falta de liderazgo y la falta de estrategia diplomática que ha caracterizado la administración de Noboa. En contraste, el expresidente Guillermo Lasso, pese a sus propias controversias, logró establecer diálogos bilaterales clave con líderes como el mexicano Andrés Manuel López Obrador y el colombiano Gustavo Petro, quienes a pesar de sus posturas políticas divergentes encontraron en Ecuador un espacio de colaboración.

Desde el excanciller Marcelo Fernández de Córdova hasta el exsecretario de Administración de la Presidencia, Sebastián Corral, varios analistas han señalado que las relaciones exteriores de Ecuador están hoy sin rumbo. La falta de claridad y pragmatismo ha debilitado el prestigio internacional del país, que ahora paga las consecuencias. A esto se suma la reciente sanción impuesta a la vicepresidenta Verónica Abad, un acto que, según expertos, generó rechazo y desconfianza en la comunidad iberoamericana, minando la estabilidad interna y afectando la imagen de Ecuador en el exterior.

En medio de este clima de desinterés, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) se prepara para participar en la cumbre impulsando temas esenciales como la educación, la cultura y la ciencia en la región, buscando el desarrollo social que tanto necesita América Latina. Sin embargo, esta visión parece lejana al enfoque de una administración que ha dado prioridad a políticas de derecha y que ha fallado en conectar con los problemas sociales más profundos de la región.

La cumbre en Cuenca, que debió ser una oportunidad para que Ecuador mostrara liderazgo y fortaleza diplomática, termina siendo un evento deslucido, marcado por una convocatoria mínima y un mensaje claro: la falta de visión y de una política internacional efectiva ha aislado a Ecuador en momentos en que la integración regional es más crucial que nunca.

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