Por: Jorge Escala
Venezuela atraviesa un crisis que, en términos generales, se expresa en una contracción de hasta el 70% de su economía desde el 2018, procesos constantes de hiperinflación, aumento de la pobreza que llega al 85% de la población y la migración de aproximadamente 8 millones de personas.
Maduro, pese a hablar de “izquierda”, ha negociado la dependencia con países como Rusia y China, sin dejar de mantener acuerdos con EE UU. Además, no ha ofrecido alternativas ante la disminución de la producción, no ha tomado medidas frente a la especulación, ha dado concesiones a grandes grupos económicos, mantiene una economía primaria (dependiente del petróleo) y ha forjado un gobierno lleno de corrupción y sostenido por el poder militar.
En este escenario, se produjeron las elecciones que enfrentaban, por un lado, a un desgastado oficialismo, pero armado de un enorme aparataje estatal , el control de las instituciones, el respaldo del “progresismo” y algunas potencias como Rusia; y, por otro lado, una oposición auspiciada por un segmento de la gran burguesía venezolana y regional, el imperialismo norteamericano y la prensa internacional.
Es necesario insistir en que Maduro no es de izquierda o socialista y que no está edificando una sociedad diferente a la corrupción y desigualdad capital!sta. Así mismo, la mayoría de candidaturas de oposición, más allá del discurso que realicen, representan a la derecha.
La construcción de una verdadera alternativa popular sigue siendo una tarea pendiente de los pueblos de Venezuela.
Mientras tanto exigimos transparencia en las elecciones e insistimos e que siempre debe primar el derecho de autodeterminación de los pueblos.
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