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Ministro de energía renuncia en medio de crisis energética

La crisis energética que azota al país ha cobrado su primera víctima política: el ministro de Energía, Antonio Gonçalves, presentó su renuncia luego de semanas de apagones que han dejado a miles de ecuatorianos en la oscuridad durante hasta 10 horas diarias. Su salida evidencia no solo la inoperancia de las políticas neoliberales aplicadas en el sector energético, sino también la incapacidad del gobierno para garantizar un servicio básico a la población.

El país vive su tercera semana consecutiva de cortes de luz a escala nacional, y las promesas de soluciones efectivas se han quedado en el aire. Gonçalves, que asumió el cargo el pasado 2 de julio, enfrentó una crisis previsible, fruto del abandono estatal en la planificación energética, la falta de inversión pública en infraestructura y la dependencia casi total de la hidroeléctrica Mazar, que se encuentra en un estado crítico por la sequía.

En un intento desesperado por apagar el incendio, la ministra de Ambiente, Inés Manzano, será quien asuma el Ministerio de Energía. El gobierno intenta presentar esta medida como un paso hacia la modernización y el cambio de la matriz energética, pero lo cierto es que la dependencia del 72% de la generación hidroeléctrica sigue siendo uno de los mayores lastres del sistema. En lugar de apostar por fuentes sostenibles y diversificadas, las políticas energéticas se han enfocado en beneficiar a sectores privados que han puesto sus intereses por encima de los derechos de la población.

Manzano tendrá la difícil tarea de encarar una situación que va más allá de la falta de lluvias: el problema es estructural. La privatización y la desregulación en sectores clave han dejado al país sin la capacidad de enfrentar esta crisis con autonomía. Mientras tanto, la población trabajadora y los sectores más vulnerables son quienes pagan el precio de estas decisiones.

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